viernes, 15 de mayo de 2015

SECRETOS DE UN GOGO – PARTE 2

4:00 p.m., sábado, 17 de enero.
Segunda entrevista. Rogelio.
Tengo 25 años, soy de Banderilla, Veracruz; seguro no has escuchado hablar de mi ciudad y aunque estamos a menos de 2 horas de Xalapa, no es tan conocida o visitada por los turistas.
Pase 20 años en mi ciudad natal y hace 5 que llegue aquí a la capital. ¿La razón? Mis papas me corrieron de mi casa porque soy gay, mi familia me rechazó, todos, incluso mi abuelo, con quien tenía una relación poca madre, pero bueno, es algo muy difícil de aceptar para ellos, así nos educan allá: “Si eres un puto, no vas a ser mi hijo”, fue la frase que me dijo mi papá, dándome a entender que ya no podía vivir con ellos.
El primer año que viví aquí fue uno de los más difíciles, estuve en la calle por 3 meses, solo tenía una maleta con ropa y dormía debajo de un puente allá por la terminal TAPO, decidí que vendría para acá porque siempre fue mi sueño, graduarme en enfermería y venir a trabajar en algún hospital público, pero no fue así. Pase hambre, frío, miedo, no conocía a nadie y me sentía solo, pero afortunadamente conocí a Doña Carmen, ella vive aún en la colonia Condesa, nos conocimos cuando ella regresaba de un viaje de negocios, yo esperaba cerca de los taxis de la terminal pidiendo dinero a los desconocidos, ya sabes, para tomar aunque sea una botella de agua. En el instante que la vi nuestras miradas se cruzaron, fue algo muy extraño, no sentía esa mirada pesada, esos ojos que juzgan por no tener dinero ni que comer; ella me miraba con curiosidad y calidez, se acercó a mí y pregunto mi nombre –Rogelio– respondí, me pidió que le ayudara con sus maletas y que la acompañara a su casa, su chofer estaba por recogerla.
Le conteste que no podía, que tenía mis cosas debajo del puente y que no podía dejarlas solas o me las iban a robar –Ve por ellas, yo espero, tomate el tiempo que necesites–, como si fuera una orden me eche a correr y recogí mis cosas en menos de 15 minutos, cuando regrese ya estaba el chofer esperando, me vio como todo los demás, con lastima, pero no me importo, no sé porque, pero quería ir con esa mujer, necesitaba la protección de alguien y presentía que ella me iba ayudar.

Y en efecto, Doña Carmen me recibió en su casa, una casa enorme con decoración victoriana, solo vivían ella y su hija menor en esa gran mansión. Para no hacerte el cuento largo, viví con ella por un año y medio, le ayudaba con las cosas del hogar, reparaciones pequeñas, cositas de electricidad, lo mismo que hacía en Veracruz, pero no quería quedarme con ella por siempre, sentía que no era correcto, siempre pensé en ella como mi “hada madrina”. Antes de dejar su casa busque trabajo como mesero de un restaurante, junte el dinero suficiente como para pagar unos meses de renta y me despedí de ella, fue algo muy triste, pero tenía que hacerlo; aun la visito de vez en cuando para ver como esta, como siguen sus negocios y demás.
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Viví bien por tres meses, estaba solo, viviendo en un depa pequeño que contaba con los servicios básicos, puse como objetivo ahorrar dinero de mi trabajo para pagar las rentas y poder regresar a estudiar, pero por problemas con mi jefe, salí del restaurante a tan solo medio año de haber entrado. No sabía qué hacer, pronto se me acabaría el dinero y volvería a la calle, busque otros empleos similares pero no encontré nada, paso mes y medio y me comencé a desesperar. Ya conocía estos rumbos (Zona Rosa) y recordé que había una calle donde los hombres se prostituían, no quería llegar a esos extremos, pero de verdad, estaba muy mal, de nuevo no podía comer y estaba casi sin dinero. Me acosté con algunos, muchos no saben lo que quieren, hay muchos primerizos que solo quieren tocarte mientras se la jalan, y otros te dan 200 pesos por una cogida, no es un ingreso estable pero al menos era algo.
Javier fue el que me conecto en esta onda de bailar, me acosté con él y me dijo que quería llevarme a su “negocio”, de inmediato pensé en drogas o algo súper ilegal, pero me dijo que era socio en un antro gay donde había strippers, que tenía madera para hacerlo, me moría de miedo porque nunca me he considerado muy atractivo, sí, tengo buen cuerpo gracias al ejercicio pero aun así, tenía miedo que no le gustara a las personas. Para entrar al barecillo este, el otro socio me pidió tener sexo con él, es un hombre gordo y cero atractivo, pero por Javier, estaba dispuesto a hacerlo y a la semana ya estaba bailando para un público moderadamente grande. No sabía cómo se cobraba, pedía 150 pesos por un baile, solo podían verme y tocarme, nada más, pero Javier me dijo que era muy poco  y que si quería ganar el suficiente dinero para pagar una renta tenía que dar mamadas, recibirlas y coger con quien quisiera, y tenía razón, no podía darme el lujo de ganar poco dinero, necesitaba solventar mis gastos y pagar mi renta.
Y así ha sido, cobro más dinero ahora, hago de todo en los privados y me va bien, puedo ganar hasta 3 o 4 mil pesos por noche cuando me va bien y afortunadamente Javier me cuida, se volvió como mi hermano mayor; no planeo dejar de hacerlo, no soy una persona que quiera tener una pareja estable y creo que con este trabajo no me lo permitiría, y aunque quisiera regresar a estudiar enfermería, la carrera es demasiado demandante y no tendría tiempo para trabajar o dar servicios, por eso lo pienso, además, ayudo gente cuando cogemos o me ven bailar, así que, está bien, sigo dando un servicio público.

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