Matthews se dio a conocer el año pasado gracias a Interior. Leather Bar, co-dirigida junto a James Franco. Cuando Cruising de Al Pacino fue estrenada en 1980, con cerca de 40 minutos de metraje con sexo gay explícito eliminado de la edición final -y perdido para siempre-. Interior. Leather Bard trataba de reconstruir el metraje perdido de este clásico del cine de temática homosexual. En él, un policía de paisano interpretado por Al Pacino se infiltraba en un bar leather tratando de encontrar a un asesino en serie que tenía en el punto de mira a la comunidad gay de Nueva York.
En su trabajo, Matthews explora el tema del sexo gay sin pedir perdón ni permiso a nadie. Su primera película, I Want Your Love, acaparó numerosos titulares gracias a sus realistas escenas de sexo homosexual. Su última colección de documentales cortos, In Their Room, se adentra en los dormitorios de chicos anónimos de San Francisco, Berlín y Londres, desde donde hablan de sus experiencias sexuales. Les vemos tirados en la cama, desnudos, en ropa interior, conectados a Internet, chateando desde su teléfono, etc. Las piezas destilan una naturalidad que las hace tan únicas; el hecho de que los chicos sean “normales” -es decir, chicos que pueden encontrarse en un bar cualquiera o en Grindr- también ayuda.
Los entrevistados, además, no se cortan ni un pelo; por ejemplo, uno de ellos afirma: “La última cosa que quiero es que alguien me pregunte cosas como: ‘¿Me dejas que te la meta?”. Yo soy más de: “¿Qué quieres? ¡Déjate de tonterías y garchame de una vez!”.
¿Qué diferencia a In Their Room de otros documentales de temática gay?
Nadie sale del armario y no hablamos del matrimonio homosexual ni del VIH; son temas importantes y desde luego merecen ser desarrollados, pero creo que se agradece ver otras propuestas donde lo relevante no es la historia de las personas que aparecen, sino lo que tienen que decir. En esta ocasión quería hacer algo más personal. Estaba frustrado con las películas gay que no representan a nadie que conozco; que no reflejan las vidas de ninguno de mis amigos.
¿Qué es lo que pretendes transmitir al público con In Their Rooms?
Cuando empecé no lo hice conscientemente, pero en retrospectiva me parece bastante claro que estos documentales están hechos para mi yo de cuando tenía 16 años. Entonces vivía en una situación de aislamiento total y me entusiasmaba consumir cualquier tipo de representación cultural homosexual que no fuera personificada en forma de víctima del SIDA o de travesti. Crecí con cuatro canales de televisión y justo antes de que Internet se popularizara, así que creo que a mi yo adolescente le hubiera sido muy útil observar a hombres homosexuales siendo valientes, vulnerables y, sobre todo, honestos. Creo que la honestidad es la parte más importante de todo. No importa que tu vida no tenga nada que ver con la del entrevistado: cuando reconoces la sinceridad en otra persona puedes sentirte identificado a pesar de todo.
Una de las cosas que tienen en común los entrevistados es que ninguno de ellos es tímido. ¿Dirías que son exhibicionistas?
Creo que todos somos exhibicionistas en cierto grado.
Y el público actúa como voyeur. ¿Te consideras voyeur?
Todos somos exhibicionistas y voyeurs al mismo tiempo. Ambos términos poseen connotaciones que no están del todo claras; en cualquier caso creo que soy las dos cosas. Estoy interesado en ver a gente comportándose de forma honesta y natural. Si eso me hace un voyeur entonces sí lo soy.
Hay un par de declaraciones, como la de Max de Londres, que dice: “Las apps han hecho más fácil y práctico ser un zorrón”. Pero luego continua hablando de cómo esa intimidad tan breve es importante para él, y menciona la importancia de “dos cuerpos que se tocan y exploran algo juntos”. Me recuerda a los encuentros anónimos que los hombres tenían en los parques o urinarios públicos hace años, cuando ser gay era ilegal.
Creo que vivimos en una especie de versión millenial de los fetiches de los años 70 por dos razones: las apps han reemplazado a los bares con la cultura de cruising digital, pero también webs como Truvada y PrEP han abierto conversaciones sobre el sexo que nunca en mi vida pensé que tendría; me refiero a temas como contemplar dejar de usar condones y en lugar de ello tomar pastillas. Definitivamente hay un movimiento emergente en este sentido, y ni siquiera tengo muy claro cuál es mi posición al respecto. Por una parte es una especie de promesa de liberación sexual a la que las personas de mi generación no hemos podido acceder, pero al mismo tiempo me preocupa de que sea un medicamento dirigido a una parte tan específica de la población. Sé que se supone que es segurísimo, pero, ¿qué pasaría si dentro de quince años todos acabamos con cáncer de páncreas?
¿Dónde crees que reside la fascinación que tienen algunos hombres gay con tener sexo con extraños?
Creo que es porque en el fondo todos somos como niños pequeños: nos encanta la aventura (y además estamos muy salidos). Suena a que estoy justificando ser promiscuo, pero creo que el hecho de que una parte de que los hombres gay tengan sexo casual más fácilmente que los heterosexuales es una especie de privilegio, un tipo de relaciones que solo existen entre hombres gays.
Más allá del sexo, cojer con extraños hace que desarrolle un sentimiento cercano al de comunidad. Si vas a casa de alguien a veces será solo para echar un polvo, pero a veces simplemente acabas fascinado por tener la oportunidad de observar un mundo totalmente diferente al tuyo a unos pocos portales de tu casa.
Anteriormente usaste la palabra ‘zorrón’, algo que puede tener muchas connotaciones. Entre otras cosas, puede ser utilizada para denigrar a chicos que tienen más sexo que nosotros.
¿Crees que existe un conflicto entre cómo supone que tenemos que comportarnos en sociedad y cómo queremos comportarnos?
Tiendo a ser protector con cualquier persona que quiera ser un zorrrón, no me importa si es un hombre gay o no. Cuando utilizo la palabra lo hago con humor; en absoluto intentaba denigrar a nadie. Mi única preocupación -y esto va más allá del sexo- es que nos llegue a distraer de cosas más importantes. En un espacio muy breve de tiempo hemos entrenado a nuestro cerebro a obtener gratificación prácticamente instantánea. Hoy en día el sexo está siempre disponible: no importa la hora ni el lugar.
Supongo que es verdad viendo cómo de enganchados estamos a Facebook y Twitter. ¿Es peligroso?
Mi única preocupación es que la gente no vaya a estar junta mucho tiempo: todo el mundo está obsesionado con ligar y temo que eso esté dañando las relaciones estables. Creo que en la sociedad occidental no invertimos mucho en cosas: no importa si hablamos de cómo consumimos medios de comunicación o cómo nos consumimos entre nosotros.
Hemos llegado a un momento en el que para mis amigos es difícil quedarse sentado viendo una película en casa sin pararla cinco veces o mientras miran el iPad o el móvil y hacen tres cosas a la vez. Esta obsesión con la multitarea se traslada a la forma en la que la gente folla y desarrolla su intimidad. Me preocupa que todos acabemos sin sensibilidad alguna para tener relaciones emocionales más profundas.
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